"Si es capaz de soportar la soledad, está en
mejores condiciones de establecer contacto con los demás, porque si teme la
soledad cada contacto es arruinado de entrada por la forma como lo
entabla". Donald Winnicott
En
términos generales, el psicoanálisis ha dedicado poca atención a la capacidad
para estar a solas, pese a que dicha capacidad constituye uno de los signos más
importantes de madurez dentro del desarrollo emocional.
Winnicott
descubrió con sus observaciones, que publicó en el año 1957(1),
que la base de la capacidad para estar solo, se cimenta en la experiencia
infantil de estar a solas en presencia de otra persona, generalmente la madre. Así, dicha capacidad se basa en una
paradoja: estar a solas cuando otra persona se halla presente. La hipótesis de
Winnicott es que estas experiencias tienen lugar en una fase muy temprana,
cuando la inmadurez del yo del niño se ve compensada por el apoyo proporcionado
por la madre. Con el tiempo, el niño introyecta la madre sustentadora y de esta
forma se ve capacitado para estar solo sin necesidad de buscar con frecuencia
el apoyo de la madre. Es decir, el niño podrá estar solo gracias a que recibe el
apoyo de un yo digno de confianza y a su introyección e integración en su
personalidad.
Estar
a solas cuando otra persona se halla presente lleva implícita una relación de
índole bastante especial: la que existe entre el pequeño que está solo y la
madre real o sustitutiva que está con él. Es interesante pesquisar lo que
caracteriza dicha relación porque este conocimiento puede ser útil para la
construcción de un vínculo en el Acompañamiento Terapéutico.
Muchas veces
al acompañante terapéutico le resulta difícil estar sólo presente, es decir, estar
en silencio o estar sin “hacer algo” con el paciente, ya que puede tener la
sensación de que no hace nada; cuando en realidad sí lo hace, está allí, pone
su presencia.
Para el
paciente, la experiencia de estar sólo en presencia del acompañante es una
experiencia integradora, que es simbolizante. Para
estimular la capacidad de estar a solas, el acompañante terapéutico debe estar
presente, afectivamente disponible, pero sin exigir nada, es decir, simplemente
estar allí. Además, el acompañante debe mostrar la experiencia de continuidad y
de constancia física-psíquica. Así, únicamente al estar solo (en presencia del
acompañante) el paciente será capaz de descubrir su propia vida personal y
desplegar su subjetividad. Al estar solo, el paciente será capaz de relajarse,
de existir sin ser reactor ante los estímulos del exterior, es decir, sin
adaptarse a otro.
Finalmente,
llega un momento en los tratamientos psicológicos en que la aptitud para estar
a solas resulta relevante para el paciente, y se representa por una fase en el
que el paciente tolera más el silencio. Esto indica, por parte del paciente, un
mayor grado de madurez emocional y la introyección de las funciones
desempeñadas por el acompañante.
Prohibida
la reproducción de cualquiera de los contenidos de forma parcial o total sin el
consentimiento por escrito del autor. Citar como: Valentiner, A. (2012) La
capacidad para estar a solas y el Acompañamiento Terapéutico. [Documento WWW].
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(1) Escrito leído ante una reunión extracientífica de
la British Psycho-Analytical Society, el 24 de julio de 1957, y publicada por
vez primera en el International
Journal of Psychoanalysis, 39, pp. 416-420.