El sentimiento de culpabilidad y la tendencia antisocial para Winnicott

Winnicott plantea en el libro “Los Procesos de Maduración y el Ambiente Facilitador” que el sentimiento de culpabilidad forma parte del desarrollo emocional del individuo humano y, aunque las influencias culturales son importantes, dicho sentimiento no es el resultado de las enseñanzas religiosas o morales. En otras palabras, la moralidad, más que algo que debe inculcarse, se desarrolla en los niños de un modo natural, dentro de un marco ambiental que les es dado de forma personal.

Para Winnicott, durante las primeras fases del desarrollo emocional del niño (en la fase de dependencia absoluta) no se debe buscar un sentimiento de culpabilidad ya que el yo no está lo suficientemente organizado e integrado. Luego, poco a poco, si las circunstancias son favorables, la capacidad para el sentimiento de culpabilidad irá desarrollándose, en la medida que va apareciendo la capacidad de reparar (cuando el niño es capaz de entrar en la posición depresiva de Klein). Una vez establecida la capacidad para el remordimiento, el individuo empieza a estar capacitado para experimentar el complejo de Edipo y tolerar la ambivalencia inherente a la última fase.

No obstante, Winnicott vislumbró en su práctica clínica con niños y adolescentes que no es raro encontrar individuos cuyo normal desarrollo es solamente parcial y que en parte son incapaces de sentir culpabilidad, ni siquiera remordimiento. De esta forma, Winnicott reconoce que en ciertas personas se produce un estancamiento del desarrollo emocional durante sus primeras fases, con la consiguiente ausencia del sentido de la moral.

Winnicott, que le da gran importancia al medio ambiente en el que se desarrolla el niño, plantea que las personas que carecen del sentido de la moral son las mismas que, en las primeras fases de su desarrollo, carecieron del marco emocional que hubiese permitido la formación de la capacidad para el sentimiento de culpabilidad. En otras palabras, propone que el desarrollo de la culpabilidad ocurre si se dan condiciones ambientales complejas relacionadas con todo aquello que es natural y seguro en el cuidado de bebés y niños.

En el análisis de niños y adolescente antisociales, Winnicott se dio cuenta que hay un tipo de pacientes (que por cierto es el más frecuente), de tipo más neurótico, en el que las acciones delictivas se cometen a modo de intento inconsciente de dar sentido al sentimiento de culpabilidad. Este tipo de paciente encuentra alivio en la realización de un crimen, ya que el sentimiento de culpabilidad queda enlazado con algo concreto; dichos actos se relacionan con la realización de fantasías reprimidas edípicas hostiles. Aunque los hechos delictivos no satisfacen en un principio al delincuente, si se repite compulsivamente, dichos síntomas pueden llegar a tener una ganancia secundaria, por lo que se hace aceptable para el sujeto. Lógicamente, un tratamiento psicoanalítico tiene mejor pronóstico cuando no se ha afianzado el beneficio secundario.

Por otro lado, Winnicott distingue un segundo grupo de pacientes, más graves y menos frecuentes, que tienen mermada su capacidad para el sentimiento de culpabilidad. Estos delincuentes tratan desesperadamente de sentirse culpables, con pocas posibilidades de que lo logren.

Según Winnicott, para que se desarrolle la capacidad para el sentimiento de culpabilidad de estos sujetos, se deben hallar un medio ambiente particular que corresponda al que normalmente se necesita para el niño inmaduro. Desafortunadamente, es difícil encontrar dicho ambiente, capaz de absorber las tensiones producidas por la crueldad y el carácter impulsivo del paciente. Así, Winnicott no era muy optimista en la cura de este segundo grupo de pacientes (que se orienta a la que hoy se llama psicopatía), pero si en la prevención del desarrollo de la tendencia antisocial.

En este sentido, Winnicott subraya la importancia de tener una madre suficientemente buena, una madre que sea capaz de dar cabida al desarrollo del verdadero yo del niño, es decir, acoger su gesto espontáneo, interpretar su necesidad y gratificar al mismo. La frustración debe ir emergiendo gradualmente; es decir, la madre en un principio debe ilusionar al bebe para desilusionarlo progresivamente con la realidad, por lo que Winnicott sugiere evitar, en la medida de lo posible, que se interrumpa el desarrollo de la relación entre la madre y el bebé de forma brusca. Esta ruptura de la continuidad de los cuidados maternos puede provocar, en algunos niños, cualidades antisociales ya que, en cierta forma, dichos niños tienen el convencimiento de que tienen derecho de reclamarle algo al mundo.


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